Frédéric Leroux, miembro del comité de inversión estratégico de Carmignac, explica las consecuencias económicas y financieras de la guerra en Ucrania para los inversores.
Frédéric Leroux: Como todo el mundo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Este acontecimiento de calado, con sus implicaciones primero humanitarias y luego económicas, pilló por sorpresa a la gran mayoría de los analistas occidentales y gestores como nosotros.
F.L.: Los titulos de deuda rusos se dejaron casi inmediatamente entre el 60 % y el 80 % de su valor. En paralelo, las acciones rusas que cotizan en Gran Bretaña —en su mayoría, bancos, petroleras o productoras de otras materias primas industriales— perdieron entre el 92 % y el 99 % de su valor entre el 16 de febrero y el 1 de marzo, la víspera de la suspensión de las cotizaciones bursátiles. Y al mismo tiempo, los precios del gas se duplicaron momentáneamente en Europa, mientras que los del petróleo subieron un 55 %.
F.L.: La invasión se produjo en un momento en que nuestros fondos de renta fija mantenían un pequeño porcentaje de deuda rusa, que sin embargo nos ha pasado factura. Pequeño a la luz de los fundamentales positivos de esta clase de activos antes de que iniciara esta inesperada guerra y los efectos de las sanciones occidentales contra Rusia. Esto ha afectado a la valoración de algunos de nuestros fondos.
F.L.: Esto puede explicarse a través de dos factores distintos. El primero es, por supuesto, las sanciones impuestas a Rusia por el mundo occidental, entre las que se encuentran el embargo de las compras de petróleo y gas rusos por parte de estadounidenses y británicos; la prohibición de que determinados bancos participen en el sistema de pagos internacionales SWIFT, lo que les impide cobrar por sus ventas; y la congelación de los activos del banco central ruso en el extranjero.
F.L.: Exactamente. Las empresas rusas pronto podrían dejar de poder pagar sus préstamos en moneda extranjera y algunas materias primas podrían dejar de exportarse, lo que contribuiría a generar nuevos cuellos de botella en las cadenas de producción mundiales.
F.L.: Es probable que las sanciones, de gran peso económico, asfixien rápidamente a la economía rusa, pero sus efectos directos y las represalias adoptadas en respuesta a ellas afectarán también al resto del mundo con una aceleración de las tendencias observadas antes del conflicto: inflación y ralentización económica.
F.L.: El segundo factor de este drástico ajuste de los precios de los activos rusos y de los combustibles fósiles es el compromiso de las finanzas mundiales con las consideraciones medioambientales, sociales y de buen gobierno corporativo (ESG). Este compromiso busca promover la financiación del desarrollo sostenible. En el contexto de la invasión rusa, una gestora de activos comprometida con este enfoque, como la nuestra, no puede seguir invirtiendo en Rusia como si nada hubiera ocurrido.
F.L.: En Carmignac, tomamos la decisión de no comprar valores rusos hasta nuevo aviso. Compartida por muchos otros inversores, esta posición contribuyó a una mayor depreciación de los precios de los valores rusos, mucho más allá de lo que habrían justificado las sanciones económicas por sí solas. Esto ilustra también las nuevas aspiraciones de la sociedad: el deseo de una economía más «moral», que relega a un segundo plano la exigencia de eficacia económica inmediata.
F.L.: Los efectos de este conflicto y las decisiones resultantes del mismo ya pueden considerarse potencialmente devastadores para el conjunto de la economía mundial. Esto puede tener la virtud de conducir más rápido de lo previsto a una solución negociada para poner fin al conflicto...
La inflación era una de las principales preocupaciones antes de esta guerra. ¿Y ahora?
F.L.: Lo es más que nunca. Las medidas adoptadas o anunciadas podrían contribuir a instalar la inflación en nuestro día a día, multiplicando sus fuentes. Acelerar la transición energética, aumentar los presupuestos de defensa, redefinir las rutas de suministro energético y relocalizar las producciones son decisiones que impulsarán la inflación durante años antes de producir cualquier tipo de eficiencia económica. En este sentido, este conflicto podría activar un nuevo orden económico.
F.L.: Tras cuarenta años de ralentización del alza de los precios, basada en una potente integración económica mundial y una demografía virtuosa, puede estar surgiendo un nuevo entorno. Este nuevo orden económico estaría marcado por una especie de repliegue económico, una «desintegración» destinada a favorecer la independencia industrial y energética, cuya necesidad se ha revelado de forma manifiesta con la actual pandemia y las tensiones geopolíticas.
F.L.: Esta reversión hacia un alza de la inflación devolvería un lustre casi olvidado a los sectores de la vieja economía, siempre que se reexaminen racionalmente las múltiples limitaciones que pesan sobre su reimplantación. Los continuos avances tecnológicos deberían facilitar este regreso parcial al mundo del pasado y prometen hacerlo más eficaz a largo plazo. Tal vez este sea el «nuevo orden mundial».