Edouard Carmignac comenta la actualidad económica, política y social.
Estimados lectores:
Una vez más, las elecciones europeas se han desviado de su objetivo. La atención prestada a las cuestiones de política interior ha relegado a un segundo plano los problemas reales. Y lo que es peor, se ha alimentado la reticencia de nuestros pueblos envejecidos en nombre de la preservación de la soberanía nacional, lo cual es un engaño. Frente a los desafíos a los que nos enfrentamos, solo reforzando la confederación de nuestras soberanías, que se han convertido en regionales a escala mundial, podrán florecer en última instancia nuestras libertades.
El tiempo se acaba. ¿Qué está en juego?
Nuestra defensa. La invasión de Ucrania puso cruelmente de manifiesto nuestra vulnerabilidad. Incapaces de proporcionar un apoyo decisivo a un aliado a nuestras puertas sin el importante apoyo de Estados Unidos, somos incapaces de proteger nuestros territorios, en particular debido a la ausencia de una defensa tierra-aire eficaz. Es cierto que nuestros presupuestos de defensa son insuficientes, pero también es verdad que están muy orientados hacia las compras a proveedores no europeos (80%). Las cinco mayores empresas armamentísticas estadounidenses copan el 80% del presupuesto de defensa al otro lado del Atlántico, frente al 45% en Europa. Nuestros presupuestos de defensa han aumentado y tenemos que coordinarlos, fomentar la modularidad de nuestros equipos y reducir la parte que importamos.
Nuestra competitividad. Llevamos años aplicando una estrategia suicida que combina la búsqueda de menores costes laborales con la estimulación del poder adquisitivo mediante paquetes de estímulo sin futuro. ¿El resultado? Un consumo anémico y un modelo social debilitado. Tenemos el deber de aplicar una política industrial destinada a reducir nuestro creciente retraso en las tecnologías del futuro, como la inteligencia artificial y la biotecnología. A día de hoy, Europa solo tiene a cuatro de las cincuenta empresas tecnológicas más importantes del mundo.
Nuestra gestión de los flujos migratorios. La falta de control de estos flujos es letal para el tejido social de todos los países europeos y está en la raíz de la tentación de replegarse sobre sí mismo expresada con tanta fuerza en estas últimas elecciones. Solo una política de inmigración rigurosa aplicada por todos los países de la UE puede resultar eficaz. Esta política también debe llevarse a cabo con discernimiento, dado que tres cuartas partes de las empresas europeas afirman tener dificultades para contratar personal cualificado.
Crecimiento verde. El fiasco de nuestras políticas medioambientales es desolador. Bajo la presión de líderes con conciencia ecologista bienintencionados pero como si les hubieran lavado el cerebro, la mayor parte de nuestro suministro de energías renovables procede de China, y si aplicáramos al pie de la letra los objetivos de producción de vehículos eléctricos, ¡al menos el 60% de nuestro parque automovilístico procedería de China en 2030! Además, la ausencia de incentivos fiscales en Europa contrasta con el plan IRA estadounidense, que anima a nuestras empresas a deslocalizar sus inversiones más allá de nuestras fronteras. Nos debemos a nosotros mismos fomentar los planes de expansión ecológica en nuestro propio suelo y proteger nuestras industrias penalizando las importaciones que no cumplan nuestras normas ecológicas.
Se trata de un programa ambicioso y valiente, en un momento en que la gobernanza europea se verá gravemente socavada por la desintegración del tradicional eje franco-alemán. Por lo tanto, necesitamos obligatoriamente un Presidente de la Comisión Europea con autoridad intelectual y capacidad de negociación demostradas. En julio de 2012, Mario Draghi evitó la implosión de la eurozona con su ya mítica declaración: «se hará lo que sea necesario». Y también que sea capaz de relanzar la integración europea a través de estos proyectos de refundación, que exigirán la conciliación de las diferencias, a menudo obsoletas, entre nuestros Estados.
Con esta esperanza, que espero no sea desmesurada, me despido de ustedes con un cordial saludo.