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¿Cómo abordar los mercados en 2020?

Enero de 2020

Publicado
10 de enero de 2020
Tiempo de lectura
4 minuto(s) de lectura

Recordar la trayectoria que ha llevado a los mercados hasta su situación actual resulta interesante para efectuar una reflexión provechosa sobre sus perspectivas. Así pues, ¿cuál ha sido la dinámica en cuestión? La que se deriva de la acción combinada de tres catalizadores principales: la realidad económica, el ánimo de los inversores y la variación del volumen de liquidez disponible.

Desde hace más de una década, la realidad económica se ha forjado al son de unos ritmos de actividad anémicos a escala mundial, aunque positivos. La economía mundial ha sido escenario de una sucesión de miniciclos intermedios (repunte en 2012-2013, recaída en 2014-2015, nuevo repunte en 2016-2017 y ralentización en 2018-2019). En 2020, la principal incógnita consiste en determinar si volverá a producirse una pequeña recuperación 0 si, por el contrario, asistiremos a una continuación de la ralentización.

Como es lógico, el ánimo de los inversores ha reflejado su percepción de estos miniciclos, pero también se ha visto influido por las incertidumbres en el plano político, principalmente por las hostilidades comerciales de Donald Trump y por el riesgo de que se produjera un brexit duro. Por tanto, de cara a 2020, debemos preguntarnos qué podría llevar a los inversores a querer adoptar un posicionamiento diferente al actual.

Por último, la política monetaria, si bien resulta estructuralmente acomodaticia desde hace diez años, desempeñó un importante papel en los miniciclos. Tras una política más restrictiva en 2018 —que hizo surgir la posibilidad de que se produjera una recesión—, la capitulación del banco central estadounidense a principios de 2019 constituyó un importante catalizador de los mercados bursátiles. En 2020, la evolución de la postura de los bancos centrales, especialmente la de la Fed, resultará fundamental.

El análisis de las perspectivas de estos tres catalizadores nos lleva a pronosticar que los mercados mostrarán una orientación más bien favorable en 2020, si bien podrían ser objeto de un gran número de turbulencias.

Vientos contrarios al repunte del ciclo económico

La realidad que se desprende de los datos económicos de los que disponemos en este principio de año respalda nuestro argumento de que las dos principales locomotoras del crecimiento mundial siguen mostrando indicios de agotamiento.

En China, los últimos indicadores de actividad interna apuntan a una estabilización moderada del ritmo de crecimiento que basta para animar a las empresas a reabastecerse pero que resulta insuficiente para conllevar una reactivación económica duradera a escala mundial. El gigante asiático ha optado por renunciar a la aplicación de estímulos presupuestarios a gran escala o de una política monetaria de estilo occidental. Contener el crecimiento desbocado del endeudamiento privado y garantizar la estabilidad de los flujos de capitales constituyen retos estratégicos que Xi Jinping ha decidido priorizar en detrimento de la reactivación del crecimiento.

El acuerdo comercial con Estados Unidos contribuirá de manera positiva a esta estabilización y debería apuntalar la divisa del gigante asiático. De hecho, China alberga actualmente una parte cada vez mayor de nuestras oportunidades de inversión en renta variable.

En Estados Unidos, la marcada revalorización de la renta variable levanta aún más la moral de los estadounidenses y apuntala el consumo, que constituye el pilar esencial del crecimiento. No obstante, este efecto de riqueza puntual no modifica el potencial de crecimiento de la economía estadounidense que, a nuestro juicio, no supera el 2 % debido al insuficiente aumento de la productividad. Al igual que lo reseñado en el caso de China, los últimos indicadores publicados evidencian la debilidad de la actividad industrial y mantienen el riesgo de que esta se contagie al sector servicios, que por el momento ha mostrado una gran resistencia. El acuerdo comercial con China debería permitir una estabilización, pero creemos que seguiremos lejos de la dinámica que se inició en 2016-2017.

En Europa, la actividad económica debería beneficiarse a corto plazo de esta mejora, si bien de forma moderada. Esta perspectiva nos anima a mantener unas estructuraciones de cartera en renta variable que sobreponderen los valores de crecimiento de marcada visibilidad.

Unos inversores desorientados

Además del nuevo frente de incertidumbres en Oriente Medio, que obedece a un cálculo de la Administración Trump que no está en ningún caso exento de riesgos, el calendario político de 2020 podría afectar a los inversores en varias ocasiones, puesto que tendrán lugar las duras negociaciones comerciales entre el Reino Unido y la Unión Europea, la segunda ronda de las negociaciones entre China y EE. UU. y las elecciones presidenciales estadounidenses, que constituye una cuestión de vital importancia para los mercados.

Prevemos que una gestión acertada de la exposición a los riesgos de mercado desempeñará un papel más importante que en 2019 a la hora de generar rentabilidad.

Los bancos centrales, entre el intervencionismo y el riesgo moral

Además de la reanudación del programa de compra de activos por parte del BCE, es necesario comprender la magnitud del intervencionismo fuera de lo común que volvió a demostrar la Fed en 2019: desde el pasado septiembre, la Fed ha inyectado más de 400.000 millones de dólares en el sistema financiero estadounidense. La continuación —o no— de esta ingente inyección de liquidez constituye una de las claves principales para el futuro de los mercados en 2020.

En este contexto, las conclusiones de la revisión estratégica de la política monetaria acometida por la Fed revestirán una gran importancia. No cabe duda alguna de que la Fed no tiene intención de renunciar a su objetivo de independencia aceptando financiar la deuda del Gobierno de Trump. Sin embargo, los dos últimos años confirmaron, si es que era necesario, la imposibilidad técnica para la Fed de reducir su apoyo a los mercados sin provocar fuertes turbulencias. Por otro lado, las previsiones de inflación siguen siendo contenidas y, por tanto, continúan confiriendo a la Fed un amplio margen de maniobra. El equilibrio —que se ha vuelto precario— entre apoyo activo y voluntad de rehuir la acusación de incentivar el riesgo moral debería constituir en 2020 una cuestión más apremiante, y el dólar estadounidense podría sufrir las consecuencias. La cobertura del riesgo de divisa en nuestros activos denominados en dólares constituye desde hace ya varios meses una primera medida para integrar este riesgo.

Conclusión

De acuerdo con nuestro análisis, consideramos que, a día de hoy, la interacción de los tres principales catalizadores de los mercados apunta a que, en 2020, la coyuntura resultará mucho menos dual que la estos dos últimos años. Los mercados siguen extasiados por la dinámica de finales de año y, por tanto, expuestos por su creciente debilidad a los errores en el plano político, y no solo en la vertiente monetaria. Por consiguiente, a diferencia de 2019, consideramos sin género de dudas que este año habrá que aplicar una gestión verdaderamente activa, en vez de una gestión basada en tendencias.

Fuente: Carmignac, Bloomberg, 31/12/2019

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